Las emociones comienzan siendo reacciones corporales automáticas a una experiencia, a la que llamaremos Situación.
Algunas de ellas son muy primitivas y ancestrales, como el miedo, que lo tienen también los seres vivos más antiguos y los animales menos evolucionados.
¿Para qué nos sirven las emociones?
Las emociones son reacciones rápidas, poco específicas y están al servicio de la supervivencia.
Estas respuestas pueden ser de agrado o desagrado: de este
modo nos acercan o nos alejan de aquello que las provoca, en función de si es algo peligroso o algo bueno para nosotros.
Las emociones provocan de una serie de cambios corporales.
Por ejemplo, en el caso del miedo, se producen una serie de activaciones fisiológicas que nos preparan para defendernos de un peligro.
También dan lugar a una serie de conductas. En el caso del miedo, a tres conductas posibles: la lucha, la huida y el freezing.
La forma más simple y más antigua de comunicarnos
Cada emoción tiene sus propias expresiones faciales y corporales, que reflejan de un modo universal la emoción que estamos experimentando.
Las expresiones faciales que derivan de las emociones son respuestas automáticas, no aprendidas, al punto que una persona con ceguera desde el nacimiento, las expresa con los mismos gestos faciales que un vidente.
Son un modo muy primario de comunicación que nos permite, aun sin palabras, hacerle saber a otros lo que nos pasa y lo que necesitamos de ellos.
Del cuerpo a las palabras
Hasta aquí hemos hablado sobre la reacción corporal, que es automática y no aprendida. Ocurre aún antes de que hayamos tomado conciencia de la Situación.
Esta reacción es la “Respuesta de la amígdala”, un órgano muy primitivo ubicado en el corazón de nuestro sistema nervioso.
Cuando tomamos conciencia de una emoción, interviene la
parte más evolucionada de nuestro cerebro: el Neocórtex, allí reside nuestra capacidad de poner en palabras, interpretar y operar racionalmente.
De lo universal a lo personal
Para cada uno de nosotros cada emoción tiene un significado personal, de acuerdo a nuestra historia, a nuestras experiencias previas, a nuestra forma de ser y ver el mundo.
Es en el segundo tiempo de la emoción cuando interpretamos lo que sentimos, le damos un significado personal y podemos pensar acerca de lo que nos está pasando. A estos pensamientos los vamos a llamar Ideas.
De acuerdo a cuál sea la idea a la que dio lugar la emoción, elegiremos distintas formas de responder o reaccionar. Llamaremos a estas respuestas Acciones.
En pocos segundos, la secuencia es la siguiente:
- Algo sucede, me provoca automáticamente una emoción.
- Siento una serie de cambios corporales y respuestas
automáticas. - Interpreto la situación y pongo en palabras una idea
o pensamiento. - Esta idea genera una conducta o acción
Esta secuencia ocurre tan rápido que tenemos la percepción de que todo sucede a la vez.
En este proceso nos apropiamos de nuestras emociones: estas dejan de ser reacciones primitivas para convertirse en emociones subjetivas, aprendidas, flexibles, y modificables.
Dos personas frente a una misma situación pensarían cosas
distintas; por eso sentirían cosas distintas y actuarían también de otro modo. Si cambiamos los “anteojos” con los que vemos lo que nos pasa, quizás podríamos actuar de un modo diferente.
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