El juego del “refugio” es un clásico universal. Ya sea un fuerte, una guarida, un campamento o una cueva… ¿quién no jugó alguna vez a construir un refugio con telas y todos los almohadones que anduvieran dando vueltas por la casa? ¿O intentó armar un carpa con sábanas y escobas? ¿O soñó con tener una casa en el árbol?
Si este juego es tan usual y persiste a lo largo de las generaciones, es porque se relaciona con un aspecto muy importante del desarrollo de los chicos.

Desde que un bebé nace, su desarrollo implica ir de a poco construyendo límites entre lo que él/ella es, y lo que no es. En los momentos iniciales, su cuerpo y el cuerpo de quien le propensa cuidados, es una sola gran cosa para el recién nacido. De a poquito y con mucho esfuerzo, va construyéndose una distinción entre el adentro (las propias necesidades, sensaciones corporales, y demás) y el afuera (las personas que satisfacen esas necesidades, y otros elementos del ambiente). Estableciendo de a poco estos límites es como los pequeños se van construyendo a sí mismos.

Esta progresiva diferenciación continúa durante la infancia adquiriendo otras formas: a medida que van creciendo, los niños van teniendo más conciencia de que puede haber distintos puntos de vista, de que la realidad muchas veces no se ajusta a lo que esperamos. También van siendo cada vez más autosuficientes, y poniendo a prueba su independencia.
Este es un arduo -sin embargo satisfactorio- aprendizaje.

Jugar a construir un propio refugio es una forma de tomar un descanso de este mundo tan exigente y por momentos difícil de entender.
En ese refugio, el niño vuelve a ser el dueño de un mundo que funciona con sus propias reglas, las reglas de su propia imaginación.
Es un sitio seguro que le brinda la confianza y tranquilidad para ser él mismo sin juicios ni objeciones, un lugar para poner en juego su independencia.
Es un espacio de intimidad para reflexionar a solas, o para compartir sus secretos con otros amiguitas y amiguitos.
Le sirve tanto para elaborar situaciones difíciles, como para continuar asimilando distintos aspectos de la realidad, representando situaciones tanto cotidianas como fantasiosas a través del juego simbólico. Si se trata de una pequeña casita, podremos observar a los chicos jugando a la vida hogareña; con sus momentos felices, como una merienda compartida, y otros más “dramáticos”, como por ejemplo el reto a un osito que “se portó mal”.

Las figuras que se pueden armar con las piezas gigantes de Ikitoi están pensadas para que los chicos se puedan meter adentro, y crear desde allí todos los mundos que su imaginación pueda alcanzar. Además de jugar con las formas que les proponemos, pueden usar las piezas de Ikitoi para construir una guarida de la manera que se les ocurra.

Telas, almohadones, lucecitas de navidad…¿qué más se les ocurre para armar un iki-refugio súper acogedor?

Danos mas ideas a traves de nuestro instagram @ikitoi y si queres ver el de nosotros entra a la tienda y chusmea nuestro refugio, nosotrxs le llamamos «kit de creatividad»

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